Monday, October 09, 2006

El señor de los gatos

Nunca se supo cuando empezó, quizás hace unos veintipico de años, cuando su único hijo se fue con sus únicos nietos a hacer no se que cosas raras de investigación en Suecia. Sólo, triste sin sus pequeños, con una mujer que siempre lo maltrataba (debería decir mejor lo menospreciaba), empezó a preocuparse por esos pequeños felinos que deambulaban por las calles, tan solos como él, tan desamparados como él. Todas las noches, salía con enormes cajas de comida que había preparado con sus propias manos y su magra jubilación a dar de comer a su familia gatuna. También en esa época estaba todavía Glenda, la traviesa bedlington terrier que se acurrucaba a sus pies, que una vez les dejara su hijo a su cargo y que nunca pasó a buscar. Los nietos volvieron, pero ya nada era igual. Esa necesidad de brindar y recibir amor ningún humano podría reemplazar en el futuro. Pasaron los años y se transformó en el señor de los gatos, aquél al que todos recurrían cuando había algún animal enfermo para que se encargara de ellos. No reemplazaron al amor filial por su familia humana, su mujer que lo ignoraba, su hijo ausente que se presentaba sólo cuando necesitaba algo, sus nietos grandes que de vez en cuando lo llamaban y visitaban y sus nuevos pequeños nietos, quienes al ser pequeños tienen ese especial amor que se tiene por los abuelos que uno al crecer va reemplazando con indiferencia. Ni su amor por River ya lo atraía tanto, a pesar de sufrir cada vez que perdía y esbozar una sonrisa ante el triunfo. Ojo, no se crean que no tenía carácter, era capaz de pelearse como ninguno para defender a alguien, pero en su casa era un extranjero. Ahora, con ochenta años recién cumplidos tiene que enfrentar la vida como nunca antes, tiene que decidir entre un quirófano para seguir adelante unos años más, caminando los cien barrios porteños o arriesgarse a quedar postrado en el mejor (que en su caso sería el peor) de los casos. Él duda, tiene miedo, ¿quién no lo tendría?, hay que ser muy valiente para llegar al fin del camino y ser uno el que abra la puerta. Del otro lado puede haber otro camino para seguir o puede haber un cartel insignificante que diga "fin". Pero es una elección, esperar tranquilamente que se termine todo o jugarse para ganar unos años mas de gracia. No todos tienen esa oportunidad, y el señor de los gatos duda. Quizás tendría que salir a preguntarle a sus amigos, con quienes algunos dicen puede hablar. Muy atrás quedó su niñez en su amado Entre Ríos, sus sueños de jóven al empezar abogacía y nunca terminar por ese amor con forma de mujer al que nunca pudo llegar. El tiempo apura, quince días para decidir, ojalá no deje que el tiempo decida...porque cuando el tiempo decide todos conocemos el final de la historia. Aunque no te lo diga te quiero con nosotros muchos años más ...Papá,...pero la elección está en tus manos...

1 comment:

Anonymous said...

Buenísimo..y te sigo