Wednesday, December 28, 2011

Escape


La imagen grotesca dominaba el frente de la casona de portón rojo. Saqué como pude mi pie izquierdo de abajo de su cintura, con el derecho le pegué un pequeño empujoncito que hizo que el cuerpo rotara sobre si mismo unas tres veces y mientras todos se quedaban mirando como hipnotizados el hilo de baba sanguinolenta que salía de su boca, torcida en una mueca sin forma, para deslizarse sobre su camisa a cuadros, yo emprendí veloz carrera hacia la esquina que recién había pasado, para perderme entre la multitud de gente que frente a la Tecnológica esperaba por los nuevos egresados con las manos repletas de paquetes de harina, huevos podridos, frascos de mostaza, vinagre y otras yerbas listas para ser lanzadas sobre los nuevos profesionales. Con tan mala suerte que empujé un anciano que esperaba por su nieto, este se abalanzó sobre una pelirroja pechugona que tenía delante y para no caerse se prendió del escote de su vestido. Arrastrando en su caída vestido, sostén, y alguna otra prenda dejando a la susodicha con sus voluminosos pechos al aire ante el asombro de todos los presentes. El mundo pareció detenerse, mientras yo seguí corriendo sin determe a ver el quilombo que había
generado.

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