Saturday, May 19, 2018

A-C-O-M-P-A-S-I-O-N-A-D-O

No puedo sentir lo perdido por la suerte compasiva,
Cuando en derredor hay sólo tormentos y almas fugaces,
Vivir en la maldita lluvia que fuerza mis versículos,
Me cierra los caminos del adoquín perdido.
Densa negrura que desciende a través de las tinieblas,
Pestilente olor que invade lo corriente hasta fundirse,
En la piel del penitente.
Ladran ansiosa y cruel los monstruos de mi memoria,
Escupe los pensamientos escondidos,
Hasta fundirlos en el lodo de la historia.
Los ojos negros, los pelos rojos, el vientre inmenso
Y las patas escaldadas por los espíritus rentados.
El gran gusano mordió mis pechos y todos mis miembros se agitaron.
Los fantasmas me invadieron y desgranaron mi angustia,
Despeinaron la envidia que colmaba mi medida,
Y condenaron mi pena a la eterna vagancia del olvido.
Verter mi sangre en el lecho sagrado no atenuó la tormenta.
Dónde están, dónde se han ido?
Volver no pueden, partir tampoco,
Entonces? En-ton-ces?
Entonces escupió los ojos que había mantenido unidos,
Inclinó el torso ciego al compás del velo,
Y volvió a caer en el olvido.

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