El perfil de las cabezas,
peinadas al rapé,
asimilaban ser lo mismo.
Su pardo bronceado
captura de sol naciente,
enmarcaba los gruesos labios fueguinos.
No iban vestidos igual por decisión de sus amos,
iban desnudos de toda desnudez,
así los chicos como los grandes,
así las niñas como las mujeres.
Eran puros,
salvajemente puros,
hasta que la guadaña de la cruz
los convirtió en restos.
Hoy ni siquiera son historia,
son pasado pisado por botas de sangre.
Son el polvo que se hizo suelo,
son el suelo que se hizo América.
Ilustración: Georgina Vaccino
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