Solía mostrarme por el parque,
Cual poeta solitario,
En medio de un anfiteatro rodeado de feroces
Alguaciles.
Caminaba sin cesar en línea recta,
Tratando de deshacer el círculo,
Secreta y obsecuentemente.
Al caer la noche,
La alineación de los planetas,
Impedía descubrir a ciencia cierta,
La importancia de ser uno mismo,
Y no el otro.
Cual hombre de piedra,
Recorrido por las agujas del momento,
Acechado por las sombras que lo rodean
Sin piedad y sin intermitencia,
Destruye el tiempo en su memoria,
Para no recordar lo recordable,
Para olvidar toda marca de fuego,
Que lo acompañará a su tumba,
En silencio e invisible,
Como parte fundida en su intelecto,
Pero transparente ante el recorrido del viento.
Lo cierto y lo increíble,
Es que la palabra yacía incandescente,
Mientras él,
Tan solo,
Levaba por el puerto.
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