Se encontraron por primera vez en una esquina de Almagro, no fue precisamente una cita programada. Ella estaba cruzando distraída por la esquina de Lavalle y Medrano, ensimismada en quién sabe que pensamientos y no vio venir el micro que apuraba su velocidad para zafar del semáforo ya en amarillo, él se dio cuenta enseguida del peligro y con agilidad felina apuró su paso y de un salto la apartó violentamente de la línea de impacto evitando milagrosamente lo que parecía inevitable. La primera reacción de ella fue de bronca y estuvo a punto de reprocharle violentamente cuando sintió el viento que produjo el paso del colectivo con su gigante rueda trasera derecha a centímetros de su cabeza. Allí tomó conciencia (si es que alguna vez la tuvo) de la realidad y cambió drásticamente su expresión de odio por la de un eterno agradecimiento hacia él, su héroe, quien en el esfuerzo había perdido la estabilidad y quedó desparramado cerca de la alcantarilla. Estaba cómicamente sucio, pero a los ojos de ella era lo mas bello de la tierra, semejante a un caballero de la mesa redonda con su reluciente armadura y el corcel blanco (esas historias las escuchaba a escondidas en su casa cuando les leían a los chicos antes de irse a dormir). El ya recompuesto en su equilibrio, estaba un poco aturdido y recién allí pudo poner atención en quién había salvado la vida (qué hermosa es, se dijo, y que ojos tan bellos!). Inmediatamente circuló entre ellos esa química especial que se forma entre dos enamorados a primera vista. Los dos estaban en falta, porque se habían escapado de las casas para dar un paseo, hecho que los convertía inmediatamente en cómplices de una aventura que recién estaba comenzando. Pero la relación fue mas allá de una aventura, se hicieron inseparables y todas las noches aprovechaban cualquier descuido para escaparse y encontrase en alguna esquina oscura, que servía de escenario para sus mimos y caricias. Buscaban lugares solitarios, lejos de las miradas de la gente, donde pudieran conservar la intimidad que daba pie a esa relación tan fogosa, tan animal. El tenía por nombre el del famoso guerrero griego “Ulises”, y era tan astuto e inteligente como el héroe mitológico, pero era noble y fiel como Romeo. Ella tenía nombre de santa “Lucía”, porque había nacido un trece de diciembre, era la mayor de cuatrillizos,y era toda pureza y escencia. Su hermoso rostro y sus enormes ojos podían hacerla resaltar en medio de una multitud y hubiera sido tranquilamente la Julieta ideal de cualquier representación de la obra del genio Isabelino.
Tanta pasión, tanto desenfreno (tanta inexperiencia), llevó a lo irremediable.
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