... ciego, absorto testigo de canciones mudas que aún recorren mi cerebro en busca de sordos receptores, cálidos sonidos de hielo que perforan el ventrículo estallando las arterias al momento, manantiales de ideas consumidas en un instante supremo de creación pura, melancolía vagabunda e insolente que se instala sin permiso y para siempre, vacío cuántico vencido por el tiempo de ser, siempre uno más y miles menos, un gentil desconocido, deambulante subterráneo, alpinista melancólico, redentor de espacios muertos y compañero inseparable del señor de las palabras y el quejido de los vientos.
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