Wednesday, March 29, 2006

Nieve, blanca nieve


El reflejo del sol sobre la nieve me enceguecía, a pesar de esos ridículos anteojos que me había puesto. Me sentía incómodo, el traje viejo y ajado (quien sabe cuantos turistas lo habían usado) ya pasado de moda, unos guantes agujereados y unas bota grandes me producían tanto placer como bucear en el Riachuelo. Bueno, por lo menos no había olor, el aroma fresco de una mañana soleada, el perfume de la nieve fresca, ella, si, ella, tomándome de la mano y tratando de guiarme frente a mis indóciles esquíes eran un bálsamo entre tantas penurias. Los Alpes no son para mí, yo añoro mi barrio, el ruido infernal de autos pasando a gran velocidad, la gente puteándose por cualquier cosa, los arrebatadores a la vuelta de la esquina, hasta el viejo que apestaba a orina que dormitaba todas las noches en la puerta de la librería de al lado. Pero, allí estaba, descendiendo por la ladera menos empinada de una montaña de nombre raro en medio de los Alpes austríacos y acompañado de Eva, una hermosa y dulce guía turística que se empeñaba en convertirme en campeón de sky. Hermosa, dulce y cara, por cierto, pues el paseo me costó docientos euros, a pagar con tarjeta en diez pagos, pero una fortuna por un cacho de nieve. Pensar que yo siempre miré con desprecio la escarcha que se formaba en mi viejo congelador, nunca supe apreciar su valor... Por la posición del astro rey debían ser las diez de la mañana, por mi cansancio las doce de la noche. Ya había perdido las veces que me fuí de bruces, tenía mas nieve entre el traje y mi cuerpo que en toda la montaña. Pero qué le vamos a hacer, ¡así es la vida del turista!. En un par de horas tenía que estar listo con las valijas prontas para iniciar el viaje al aeropuerto y de allí a Roma. Por lo menos allí seguro me esperaba un clima mas benigno y alguna morocha romana, exhuberante tipo Ornella Mutti, que por unos euros (menos de los que había gastado en este baño de nieve) iba a devolver el calor a mi cuerpo, estimulando todos mis sentidos ahora entumecidos por el frío. Ah, la bella Roma, y después París, Madrid, Las Palmas, y a cruzar el Atlántico de vuelta al nido. Pero, para eso faltaba mucho, el viaje recién había comenzado.

Monday, March 27, 2006

En busca de ninguna parte



Medrano y ..Corrientes...una entrada de subte que invita a sumergirse, como la puerta de un paraíso esperando por uno. Recién estaban corriendo la reja plegadiza, yo me sumergí apurado como si del otro lado estuviera la verdad, como si allí encontrara la luz de todo mi conocimiento perdido, porque era evidente que mi mente no podía estar vacía de recuerdos, de olores, de sabores. Sólo veía ojos, celestes, marrones, grises, negros,...ojos sin cuerpo, sin rostro, cual miles de pares de ojos (porque estaban de a pares) engullidos por mi memoria.
Bajé rápidamente, tomé un boleto con el fastidio del boletero que me tuvo que dar cambio de diez pesos, es que acaso eso es mucho?. Me puse a esperar ansioso el primer tren que tardaba en aparecer. me senté en uno de los bancos, pocos transeúntes llegaban al andén y el tren no llegaba. De golpe un dolor agudo empezó a inundar mi cabeza, penetrante, fuerte, insoportable. Tomé con ambas manos mi cabeza para tratar de pararlo, detenerlo con una presión de igual intensidad desde afuera hacia adentro, no se cuanto duró esto, pero de golpe paró, empezó a darme vueltas todo a mi alrededor, la vista se me nublaba, ¿qué me estaba ocurriendo? Nunca pude obtener una respuesta porque el mundo desapareció de mi vista y me sumergí en un espacio oscuro y vacío, en la nada, sólo nada... caí en un abismo sin conciencia ni colores.

Friday, March 24, 2006

24 de marzo de 1976


Madrugada del 24 de marzo de 1976, la noche, fiel compañera de las ratas y los cobardes, presta su manto de oscuridad para el comienzo del período mas siniestro de nuestro país. Es el comienzo de la expoliación, la miseria humana expuesta en su mayor magnitud, ya casi no hay palabras para describir lo que iba a suceder, hasta se hizo necesario inventarlas. No fue el comienzo de una guerra, fue el comienzo de un robo, el mayor de todos, robaron nuestra dignidad, nuestras esperanzas, nuestros ideales, nuestros bienes, nuestros hijos, nuestros padres, y hasta nuestros abuelos.Nada ni nadie quedó a salvo, excepto la banda de criminales que manejó a su antojo nuestro presente y nuestro futuro. Treinta mil almas claman justicia, obtuvieron migajas, justicia en pequeñas dosis. Pero ellos, conjunto de basura que no me atrevo a denominar humana tienen nuestro repudio y nuestra memoria. No podrán caminar libres por la calle sin sentir el oprobio del desprecio, les escupo mil veces y vuelvo a hacerlo. Ya muchos no conocen sus caras, el tiempo pasa, algunos han muerto sin sufrir lo suficiente, pero es la Sociedad la que los repudia, y para alguien que se creyó dueño de todo lo que se posaba sobre este suelo al sur del continente no hay peor castigo. A veces quisiera que pudieran salir a la calle y enfrentar nuestras miradas, y que vuelvan a sus casas embebidos en saliva y excrementos. Podrán rodearse de sus cómplices pero nunca volverán a caminar tranquilos. ¿Angel rubio dónde estás? Detrás de que cobarde acción te esconderías ahora? Asesino de mujeres, de monjas, de abuelas, cuando tuviste que enfrentar a otros guerreros, no te tembló el pulso para entregarte. Errar es humano, perdonar es Divino, pues nosotros no podemos perdonar, porque somos Humanos, pero no "derechos y humanos" como pretendían mostrarse hipócritamente. Es imposible olvidar, hay treinta mil almas que nos reclaman que sus muertes no hayan sido en vano. Si olvidamos el pasado, estaremos condenados a repetirlo. NUNCA MAS, ni treinta, ni cien años borrarán vuestra infamia, vuestra degradación. Si alguien cree que el mal no tiene nombre, se equivocan, tiene muchos: videla, masera, agosti, camps, astiz, y cientos de asesinos que los acompañaron. Esa mañana al despertar solo atiné a llorar, de bronca, de impotencia, de saber que no se podía hacer nada, realmente me importaba poco la señora presidenta y algunos de sus secuaces, ya iban a caer bajo el peso de las urnas, ellos habían engendrado la triple A, grupo de prueba parapolicial asesina de todo lo que pensara y se opusiera, con actos crueles, sanguinarios y cobardes, lloraba por la Democracia que se volvía a perder, el derecho a defenderse en un juicio, la libertad de caminar al libre albedrío, lloraba por la larga noche que iba a cubrir nuestra Nación por mucho tiempo. Siete años de bañarnos con sangre de nuestros hermanos, con los oídos inflamados de los gritos de aquellos que sufrían miles de torturas, siete años de dormir esperando una frenada, un golpe sobre la puerta, y nada peor cuando era el silencio el que se instalaba a veces en esas noches, el silencio a veces era peor que cualquier ruido, no hay nada peor que los sonidos del silencio. La muerte, se había instalado en el gobierno, y pensaba quedarse mucho tiempo. Imposible olvidar, creo que lo llevaré con mis cenizas, y cuando sea humo, lo desparramaré por todos los espacios.

Thursday, March 23, 2006

23 de marzo, el momento


23 de marzo de 1976, lentamente, como en una ceremonia ritual se va poniendo el traje, a cada instante, ante cada prenda, desvía la mirada hacia el espejo, minuciosamente se acomoda la ropa, como en los bailes de graduación, cada año en el liceo. Piensa, tendría que haberme operado la nariz, aunque con el bigote adquiere cierto rasgo de firmeza. Y pensar que me creían inútil. Civiles, tenían que ser. El Señor lo había elegido para salvar a la Patria, se sentía el Mesías entrando en Jerusalem para liberar y traer justicia (el nunca se creyó lo de que era judío, era propaganda sionista para dominar el mundo). El capellán lo había bendecido y sabía que la Iglesia lo apoyaba. Había que acabar con los herejes, los rojos, los mal nacidos que tanto daño venían haciendo a nuestro bendito País. Era el deseo de Dios, y él era su cordero, su emisario al sur de América. El Negro (eterno mujeriego) no comprendía la magnitud de la misión que iban a emprender, y el otro, bueno, estaban, luego existían, no había mas remedio que integrarlo para la cohesión de la fuerza. Hum, tengo que tratar de dar siempre este perfil...Imbéciles, creían que podían hacer lo que querían...Llegó el momento del orden, si Pinochet pudo, cómo no vamos a poder nosotros que tenemos mas historia, o acaso no fuimos nosotros quienes los liberamos? Vamos, ya es tiempo de acabar con esa...llegó el momento de la Patria grande y de valores cristianos, de los que nunca nos tendríamos que haber apartado...Por Dios, La Fuerza y La Patria, caiga quien caiga, y nada de debilidades como otrora, hasta que no quede ninguno...mira su reloj, está acabando el día y su momento había llegado...Una última mirada en el espejo (le pareció ver una imágen borrosa, debían ser los nervios, después de todo es humano, y algunos nervios tenía, pero nunca temblor) y hacia allá vamos...y que Dios después se encargue de enjuiciarlos, nosotros no tenemos tiempo para perder en minucias.

Wednesday, March 22, 2006

Marzo 22: a cuarenta y ocho horas de la peste


Son las 0.15 del 22 de marzo del 2006, a sólo cuarenta y ocho horas, a sólo treinta años. 22 de marzo de 1976, seguramente a las 0.15 dormía, no recuerdo pesadillas, si sueños alterados, sombras, regresos con cuidado. Ese año había decidido cursar la facultad de noche porque trabajaba durante el día (en realidad era tarde - noche). A cuarenta y ocho horas sólo era cuestión de acertar el momento, ya nadie dudaba que el gobierno caía (quizás ya estaba en el suelo, lo que nadie esperaba es que el Pueblo cayera, y fuera pisoteado por la banda más nefasta que asoló nuestro país). ¿Cómo se podría pensar que eran la única salida, en qué cabeza cabía que podrían ser solución? En muchas, y si miramos hacia atrás era como ir a pedirle a hitler que nos salvara de musolini...El pájaro gigante se ocultaba tras la nube, la sombra escondía más sombras, traía el terror a bordo y la miseria era su copiloto. La pestilencia avanzaba lenta pero inclaudicable, el plan estaba terminado, el sobre se estaba cerrando y a punto el sello de caer encima. Mientras, cientos de Hebes, de Estelas, de Azucenas compartían con sus hijos los últimos mates, sin saber que serían los últimos...La sangre corría por Latinoamérica, aquí faltaba oficializarse. 22 de marzo de 1976, 0.15 horas, a dos días del infierno, 22 de marzo del 2006, 0.15 horas, a treinta años y dos días de la infamia, con los ojos rojos, inflamados por contener la rabia, con el cuerpo hirviendo queriendo cubrir treinta mil cuerpos, con la mente en blanco, ya sin sueño, pensando mil cosas a un mismo momento, para no quebrarme en medio del desierto. ¿El mal? El mal tiene nombre, todos lo sabemos...

Marzo 21, 1976 - 2006, recuerdos, realidades


21 de marzo de 1976, 21 años, tercer año de bioquímica, todas nuestras esperanzas del 73 se estaban borrando, en las clases corrían rumores de tormenta, delegados estudiantiles empezaron a faltar y algunos, los que quedaban, nos preanunciaban la llegada del tornado. En mis 21 años había visto y vivido mucho,(qué imbécil, eso creí, y realmente no había visto nada) cuando era chico jugábamos en el barrio a los soldados, unos eramos colorados otros azules. Habíamos leído Tía Vicenta y nos reímos de la tortuga del presidente, claro, tenía 11 años, no entendía, era un juego, soldados jugando a los soldados, tanques que iban, que no llegaban, que se volvían. A pesar de eso en un acto escolar conmemorando el 17 de agosto de 1966 en mi composición leí una frase de San Martín que me habia impactado: "Los ejércitos están para servir y no para llevar a sus mas altos jefes a cargos de gobierno" (o algo similar). En el secundario siempre me creí del lado correcto y mediaba entre dos compañeros, uno, cuyo padre fue secretario del PC, con quien compartí el banco durante tres años y otro que defendía a Perón y se peleaba con todos. Yo no lo entendía a ninguno. De Perón en casa no se hablaba, sólo sabía que mi vieja se quejaba que la habían obligado a estudiar la historia de Evita y a ir al velatorio. Para mi viejo radical entrerriano, era mala palabra. Y de los comunistas, todo muy lindo, pero por qué no dejaban salir a los que querían irse? Del secundario tuve un compañero desaparecido, me enteré a los años, y oh casualidad, fue el único 100 en el examen de ingreso...21 de marzo de 1976, yo no lo sabía, pero la suerte de casi 25 millones de argentinos estaba echada, alguien había tirado los dados, alguien había repartido las cartas, los dados cargados, las cartas marcadas, alguien estaba decidiendo por todos, y ese alguien no eran pocos, pero tampoco eran todos. Las nubes cada vez mas cerca, el miedo todavía lejos, me creía inmune, si a mi la política no me interesaba.

Marzo 20, densas nubes en el horizonte


El aire enrarecido genera cierta sensación de asfixia, los militares van de reunión en reunión coma preparando una gran fiesta, pero no están solos, hay trajes grises y nos son de Side. Son civiles jugando a los militares, porque lo que se está preparando no es un programa de batalla, es un programa económico que sostenido por las armas, iba a modificar totalmente el perfil de la sociedad. Los políticos también se reúnen para evitar lo inevitable, alguno sugirió la renuncia de la presidenta y su reemplazo. Se habría logrado algo? Soy un convencido que ya estábamos en un tobogán en bajada y no había vuelta atrás. El enemigo que despidió a un amigo y jefe del principal partido opositor llamaba a la cordura. Un poco tarde. Cierto partido de extrema izquierda que venía siendo castigado por la triple AAA creyó que un pacto con JRV podría parar la masacre de sus camaradas. Todos buscaban salvarse de lo que se presentía , se olía, se temía la llegada de un Pinochet, nunca se pensó que Pinochet era la madre Teresa ante lo que llegaba. La encarnación de Sauron diría Tolkien estaba por apoderarse del país. Las antiguas revoluciones militares habían dejado sólo unos cientos de víctimas, todo sea por el progreso y la reconstrucción nacional. Mientras, en el horizonte una negra nube avanzaba a gran velocidad.

La semana de marzo de 1976, día 19



19 de marzo de 1976. El clima enrarecido presagia una tormenta, alguien en Ford, se frota las manos, se vienen muchos pedidos, "EL Falcon", que alguna vez representó una familia alegre y feliz en una TV blanco y negro que recién comenzaba sus primeros pasos, pasaría a venderse más de lo que ya se venía vendiendo "al mismo comprador pero oficialmente", al mejor comprador "el estado". A comprar mucha pintura verde, a reforzar la líneas de montaje. Trajes oscuros y lentes negros se empezaban a transmutar en trajes verde oliva, azules y celestes, de combate. Las siglas iban a cambiar "AAA" por "FA". A las puertas de los cuarteles una sociedad se iba a ensuciar como nunca con cada golpe que pegaba, quizás no lo veía, pero sus puños se teñian de sangre invisible que con el correr del tiempo iría apareciendo para no borrarse nunca. La sociedad pudiente, cómplice, empezaba (o continuaba) extensas reuniones sobre el futuro de la torta. Sin velitas, sin velatorios, porque no se puede velar lo que no se encuentra.

Tuesday, March 21, 2006

¿Por qué?

Irse,
adonde
porque?

No estar,
ser un recuerdo,
un pensamiento,
un pedacito del alma de alguien.

Te vas,
no se donde,
quiero creer que a un lugar mejor,
porque?
porque tu cuerpo sufre,
tu alma necesita libertad.

No voy a volver a verte,
pero siempre,
serás,
mi más hermoso recuerdo,
la parte más dulce de mi alma,
mi amiga, mi hermana,
una luz entre tanta oscuridad...

Roxana Sella, 23 marzo 2006

Sunday, March 19, 2006

Clementina

Muertes y más muertes,
en cada rincón,
en cada calle,
en cada esquina.

te vas,
estás muriendo,
mi fuerza ya no sirve,
no puedo levantarte.

muerte,
dormir,
soñar,
tu vida eterna en mi
recuerdo.

Roxana Sella, 19 de marzo

Saturday, March 18, 2006

La huída

Tuve pesadillas, lo se, no las recuerdo pero lo se. Me levanté rápidamente sin hacer ruido, creo que había mas gente en esa casa, una casa que no reconocía, con gente que desconocía. Hasta tuve que soportar un cuerpo de mujer semidesnudo que se refregaba contra el mío. Me vestí con lo que encontré a mano, tomé el dinero que había arriba de la mesa, por suerte la llave estaba puesta por lo que no tuve que buscarla, abrí, cerré, puse doble vuelta de llave, seguro los de adentro tenían, bajé por las escaleras y salí a la calle. El reloj que tenía puesto indicaba las 5 de la mañana. Todavía era de noche, hacía frío, y ahora? A la derecha o a la izquierda? A la izquierda me dije, en dirección al tránsito automotor, la calle era ...Medrano, decía el cartel, estaba al 900, bueno busquemos el 100, el 0, aunque no creo que exista ese número de casa. Hacia allá vamos, y después? Solo, con frío, en una ciudad desconocida, en una calle desconocida, con desconocidos que me cruzaban y me saludaban (como el canillita de Medrano y...Guardia Vieja, que ya había empezado su trabajo y me preguntó si no me llevaba el Clarín, por las dudas le dije sí, cuando intenté pagarle me frenó, deje, lo anoto, y agregó : ¿se cayó de la cama?. Le sonreí por respuesta y seguí mi marcha, hacia el nacimiento de Medrano)

Thursday, March 16, 2006

Un espejo mentiroso


De golpe me encuentro con él, me devuelve la mirada, parece querer burlarse de mí haciendo los mismos gestos, me provoca, me irrita a tal extremo que atino a descargar una trompada de bronca en su boca. Resiste, ni sangra y a mi me duele la mano. Vuelvo a golpearlo con furia y ni se inmuta, ahora me duele más. Cerdo, no te saldrás con la tuya!! Tomo una silla y con toda mis fuerzas se la arrojo en la cara, ...ahora sí,...se quiebra, se desmorona, se astilla en mil pedazos y sólo quedan restos de él que ya no se burlan, un cacho de oreja, apenas un brazo, media pierna y un mechón de pelo que flota cómicamente y sin sentido. No se quién sos, pero conmigo no se juega. me doy vuelta y vuelvo a mi pieza sin siquiera mirar lo que queda de él, lo que hace, si es que hace...¡Qué tipo mas arrogante!, se lo tiene merecido...
Me vuelvo a acostar, son recién las tres de la mañana, tengo mucho sueño y quiero despertar temprano para ir a...a dónde?

Wednesday, March 15, 2006

¡Sorpresa!

Despertar es una forma de expresar el abrir los ojos después de una horas sobre la cama. Me levanté pesadamente y fuí inmediatamente a la cocina para repetir la rutina diaria de todas las mañanas. Allí me ocurrió algo raro e inesperado, no recordaba cual era esa rutina...Igual el hambre y sed me llevó a intentar algo. ¡Qué ganas de tomar un chocolate caliente! Abrí la alacena pero no pude encontrar chocolate, había café, azúcar, fideos, y otras yerbas (menos yerba). Bueno, tendría que prepararme un café. Cuando estaba en medio de los preparativos unos gritos provenientes de la casa me asaltaron, seguí el sentido de las voces, y al abrir una de las habitaciones encontré con sorpresa que no estaba solo, dos chicos de aproximadamente diez(?) años se reían y jugaban mientras me decían: "hola pa, cuando nos traés la leche?". Creo que mi parálisis fue instantánea y los debe haber asustado porque dejaron inmediátamente de jugar y me miraron en forma extraña, pero una pregunta me recorría el cuerpo y retumbaba dentro de mi ser con todas sus fuerzas: ¿de qué diablos me estaban hablando y de dónde salieron esos chicos?

Monday, March 13, 2006

Cuando el alemán golpeó mi puerta...

Empezó como empiezan todas las cosas, por el principio.
Llegué al lugar indicado, toqué timbre y al aparecer la persona no supe que decirle,
Quién es este tipo me pregunté? De dónde obtuve esta dirección?
El pareció conocerme enseguida porque me abrazó y me invitó a pasar.
Yo dudé, desde chico me dicen: no entres a la casa de un desconocido y me fuí.
Me guió el instinto, la suerte, o algún angel guardián mientra divagaba en mil y una cosas y perdía esa única cosa que me había llevado allí.
Al llegar a casa luego de horas de deambular por calles conocidas y desconocidas al mismo tiempo, me tiré sobre el sofá, extenuado, y me dormí hasta el día siguiente.
Al despertar fijé mi vista en la foto de la mesa, tenía un epígrafe bien claro que decía: "Para Sergio con cariño de papá" y estaba yo abrazado con el señor extraño que me había atendido.
Cerré los ojos y volví a dormirme. La pesadilla recién estaba por comenzar.

Saturday, March 11, 2006

Dependiente

Hoy si, feliz día,como ayer, como mañana, te amo, te necesito, no hay sueños sin tu existencia, necesito tu aliento para seguir respirando, necesito tus ojos para encontrame a mi mismo, necesito tu cuerpo para continuar viajando. Soy dependiente, para qué negarlo, soy tu siamés que palpita a través de tu corazón, respiro escondido en tus pulmones, tengo tu útero por morada, cálido, húmedo, acariciante. Mujer, no puedo desprenderme de tu abrazo y quisiera, llegado el momento, irme antes, sería insoportable seguir viviendo en tu ausencia.

Wednesday, March 08, 2006

8 de marzo


Feliz día de la hipocrecía, a las torturadas, a las sometidas, a las mutiladas, a las violadas, a las desplazadas, a las sin derechos, a las ignoradas, a tantas que son mayoría, a las Azucenas, a las Tejerinas, a las Soledades, a las perseguidas desde el comienzo de la historia que nos cuentan, no mas mentiras, no mas basura, si elijo un día, no será este, para mis diosas, elijo mil días, yo hoy siento vergüenza, por tanta beatería.

Tuesday, March 07, 2006

La piedra en el camino


Golpeó mi pié con fuerza denodada,
Quebró mis huesos sin pestañar,
Hundió el puñal hasta el infinito,
Masticó las espinas una a una,
Escupió mi frente sin gloria ni olvido,
Mató mi muerte con cruda fineza,
Furció en el tiempo las viejas palabras,
Y al darse vuelta,
Desprendió el anillo.

Sunday, March 05, 2006

LA ESTATUA DE LA PLAZA CUENTA UN CUENTO


Plazas, lo que se dice Plazas, hay en todas partes.
Plazas grandes, plazas chicas, placitas, plazoletas. Las hay con árboles frondosos y de hojas perennes que en el invierno no dejan pasar una gota de sol y te morís de frío. Hay otras con solo arbustos, muy decorativos pero de tan poca sombra que, cuando llega el sol de enero, te asusta cruzar la plaza, porque hay hasta espejismos.
Hay plazas con historias y otras donde nunca pasó nada importante.
Hubo plazas donde estallaron revoluciones y luego resultaron ser el lugar elegido para decapitar a los revolucionarios. Hubo otras, de por aquí cerca, que congregaron multitudes y donde nacieron líderes. De esas plazas, se dice: “por aquí pasó la Historia”.
En todas ellas, seguro había estatuas, o al menos un monumento o un monolito, que son primos de las estatuas. Y si no, al menos hay una placa puesta en algún lugar visible. Lo que una plaza o plazoleta que se precie de tal, no puede dejar de tener, es un buen nombre, que generalmente debe tener coincidencia con la estatua. Por ejemplo, si la estatua es de Saavedra, la plaza se llamará Plaza Saavedra. Yo me imagino el despelote que se podría armar en la Plaza Saavedra si pusieran la estatua de Moreno. —¿Cómo era aquello de “ningún argentino, ni ebrio ni dormido...”?— La estatua es muy importante en una plaza. No por nada esos monumentos fueron testigos de momentos que resultaron transformadores de la vida de la Humanidad... ejem!
Y esto yo lo sé muy bien y casi como en carne propia, porque resulta que yo soy la estatua de esta plazoleta. Pero no esperen que les diga mi nombre. Me hicieron una estatua, (contra lo que resulta común), por haber sido siempre muy modesto y muy sencillo. Nunca me gustó alardear. Y menos ahora, que soy de piedra.
Por suerte y para mi gusto, en esta Plazoleta que a mí me tocó patronar, no pasó nunca nada. Y menos la Historia.
No es más que un paseo rutinario. Aunque debo admitir que a veces se convierte en un sitio encantador, por las múltiples posibilidades de sus encuentros, sobre todo en las pequeñas cosas cotidianas. Y debo admitir que por mi ubicación, aquí arriba, sobre este pedestal, veo cada uno de los rincones de mi Plazoleta.
Por ejemplo hoy, el primero en llegar, como todos los días, fue el Sol. Había tenido que apurar su ingreso para adelantarse al jubilado más madrugador de la zona, don Francisco que, con sus dos pichichos, luchaba con Febo todos los días por ganarle en la tempranería, pero perdiendo siempre, doy fé.
Y por supuesto, casi junto con el Sol llegó la sombra, ubicándose bajo los tres o cuatro grandes árboles y muchos arbustos que le daban carácter, belleza y frescura a mi territorio.
Entretanto las palomas, habitantes de todos los recovecos que pudieran imaginarse en los aleros de las viejas casas circundantes, asociadas al sol, se autoconvocaron sobre los canteros para revolver con sus patitas las areniscas mil veces rascadas y vueltas a rascar buscando encontrar la partícula mineral desechada ayer u olvidada quizá en el día anterior. Las palomitas abandonaban de a ratos ese trabajo para escarbarse el plumón del buche o, coquetas como niñas, hurgar con el pico en la rabadilla, en busca de la cosmética con que aceitar cuidadosamente su plumaje.
Eran coquetas, sí, pero también solían pasarse de confianza, cuando alguna de ellas venía a posarse sobre mi hombro, a lo mejor para alardear ante las demás por su amistad con la estatua. Cuando les tocaba ensuciarme, invariablemente la palomina daba contra esos libros que me habían colocado en la mano y sería la futura lluvia la encargada de limpiarme cuidadosamente.
La vida en la Plazoleta se iniciaba así, de manera apacible, todos los días, como en un ordenamiento sabiamente aprendido. Lo que iba a suceder hoy, por tan repetido, por tan cotidiano, no podía diferir mucho de lo visto ayer, o anteayer, o cualquier día de la semana o hasta del mes pasado. Si había un cambio era mínimo y al reiterarse al día siguiente y al otro, ya iba camino a hacerse cosa acostumbrada, a incorporarse a esa historia, al viejo relato de todos los días que no le causaba extrañeza al sol, ni espantaba a las palomas, ni sorprendía a los perritos de don Francisco, ni molestaba a nadie por allí. Cosa que a mí no me venía nada mal.
Y enseguida les tocaría el turno a los pájaros que antes del amanecer ya habían salido de sus nidales en los árboles y que ahora, en la media mañana, algunos de ellos, los más apurados por sus urgencias del nido o de sus pichoncitos, empezaban a regresar.
Así dibujaban caprichosas líneas en el aire, giros y contragiros de una danza sin principio ni final, bellísima, en una coreografía indescifrable, creación colectiva de miles de pájaros multiplicada por miles de mañanas, con la música del tiempo infinito. Aquel concierto de sonidos y formas comenzaba sin que nadie se hubiera dado cuenta de su inicio y terminaría, indefectiblemente, de la misma manera, cuando la naturaleza supiera cómo empalmarlo en la adecuada continuación.
Y debo confesar que tantos giros y tantos movimientos a veces me producían mareos —un antiguo problema de cervicales— y me costaba un momento adecuarme a todo y serenarme. Y eran estos los únicos momentos de cierta zozobra que me sacaban de la placidez y de la rutina.
A esta altura don Francisco ya estaba cansado de pelearse con sus cachorros, pudiendo y no pudiendo desenredar las correas, protestando en voz alta y en voz baja, retando airadamente y también con cariño a sus mascotas y también a los otros perros callejeros que se le arrimaban, pero cuidando de que su enojo no fuera advertido por sus colegas de la clase pasiva, como esos dos viejos pelados tan callados que siempre venían juntos y se sentaban en un banco más allá, más al sol y allí se quedaban quietos y casi como dormidos, largo rato, antes de retornar a su sombra y seguir adelante con sus misterios propios y con el peso de su ancianidad.
Y mientras el Sol seguía subiendo, se produjo como siempre el ingreso de los nuevos visitantes. Poco antes del mediodía se reunieron como siempre tres o cuatro chicas, las más bonitas de mi plaza, todas con sus delantalitos blancos con encaje de puntillas sobre sus uniformes celestes de empleadas de la clase pudiente, ejerciendo el simpático oficio de niñeras. En las sillitas rojas o azules, con ruedas cromadas y brillantes conducían a los bebés que necesitaban del aire y el solcito para abrir rápido el apetito para su mamadera del mediodía, que traían con su temperatura conservada y listas para que los pequeños las engulleran trago a trago, casi sin respirar, provocando la risa de las chicas ante semejante glotonería.
Y después de los conciertos de provechitos tan festejados, mis chicas favoritas tenían el respiro esperado, ese momento inigualable, como un recreo largo, para ellas, para el intercambio de experiencias y de ilusiones, ganadas en su tiempo libre. Habían sido veinticuatro horas de espera desde el último encuentro. Habían guardado fielmente el recuerdo de sus mínimas cosas, tan momento único, tan propiedad privada. Tan lindo instante para compartir con las amigas, para contarse lo que siempre las chicas tienen para contarse, cuando se es mujer y joven y sobre todo cuando se es tan dependiente de lo que una sola pueda hacer, apenas, por una misma.
Y todo entre risas, con el bochinche del impulso de las emociones empujando las palabras, mientras que allá en su banco, don Francisco parece haberse quedado tranquilo por fin y los perritos se acucharon bajo el banco, durmiendo todos una siesta anticipada.
Eran así las cosas en mi territorio. Nunca pasaba nada. A lo mejor eso: ser tan tranquilo, era lo trascendente. Pero era ahora, por el momento del mediodía, cuando podía aparecer algún rostro distinto, quizá algún personaje no previsto en el orden cotidiano. Como hoy esas dos señoras mayores a quienes los trámites realizados demoraron en la zona y eligieron bien esa sombra y ese banco para descansar un rato, analizar lo realizado y hasta quitarse por un momento ese zapato no totalmente ablandado, buscando el alivio esperado y necesario.
O como recién, este señor, de pesado maletín, quizá vendedor de alguna cosa, a quien la demora en las ventas o un cliente demasiado detallista le atrasó el paso. Finalmente al vendedor le resultó más cómodo elegir ese banco en el centro de la Plazoleta, allí, tan cerca de mí que me obliga a hablar un poco más despacio. Lo veo sacar del maletín un paquetito, extraer cuidadosamente un emparedado del envoltorio, y dedicarse con placidez a disfrutar su almuerzo, que hoy parecía venir un poco retrasado. Pude advertir también que, mientras comía, se dedicó con calma a observar el vuelo de los pajaritos, o descubrir con una sonrisa el tranquilo sueño de don Francisco y a los cachorros, que cada tanto le ladraban al patrón y también, quizá sin darse cuenta, a desparramar en ese lugar algunas migajas que las palomas miraban con avidez esperando atentas en sus privilegiados puestos de observación.
Pero de todas maneras, esos detalles distintos, esas apariciones extrañas, ya estaban incorporados en el paisaje total de la Plazoleta. Aunque no fueran cotidianas, cada tanto había señoras que hacían una pausa en esos bancos y también resultaba familiar y hasta de agradecer, que un vendedor compartiera su almuerzo con nuestras palomas. Esas apariciones no era posible colocarlas en la página de las cosas sorpresivas.
Pero a esta hora, los habitantes naturales de la plazoleta eran otros, como estos chicos del turno de la mañana que a la siesta se escaparon a jugar a cualquier cosa con sus amiguitos. Aquí disponían de un espacio para juegos con un par de hamacas y una barra fija. Pero la verdadera reina era una pelota que siempre llegaba bajo el brazo de alguno de los chicos. En un cuadrado chiquito que quedaba entre los juegos, ya pelado el césped por tantas corridas y frenadas, la pelota convocaba y según cuántos chicos fueran el partido sería “a la cabecita” o “tres contra tres” o a veces, si se arrimaba alguno más, hasta un verdadero picado. Y allí estarían los chicos un buen rato, hasta que la hora, o las ganas, o alguna madre, los llamaran para comer algo, la leche y el pan con manteca seguramente. Y así, tan de repente como habían llegado, desaparecían, con los cachetes enrojecidos, saludados esta vez por los ladridos de los cachorros de don Francisco, inquietos ahora y toreando, sobre el banco. Que eso sí me estaba sonando a distinto, por lo menos.
Pero el turno era ya, para el regreso de los pájaros. De improviso, por un lado u otro de la plazoleta, a medida que la tardecita empezaba a ganarle al día, volvían del campo las bandadas que al despuntar el alba habían volado hacia su trabajo diario de buscar comida. Era de verse el apuro de ingresar cada cual a su árbol y ya dentro de cada árbol, cada cual a su rama.
Y junto con el regreso de los pájaros, llegaba el momento que gratificaba mi papel de estatua y mi permanencia de vigilante, de patrono y protector. Era, lo digo sin tapujos, mi instante preferido, donde la vida me recompensaba, mostrándome y convirtiéndome en espectador privilegiado, del instante mágico en el encuentro de los adolescentes con el amor. Cualquiera que pudiera advertir el movimiento de la placita se daría cuenta ahora para qué y por qué los arquitectos que construyen placitas colocan tantos bancos. Esos bancos, que durante casi todo el día permanecen vacíos, a cualquiera se le hubiera ocurrido que eran elementos decorativos. Pero no, ahora se veía su razón de ser, su utilidad. Poco a poco los bancos de mi plazoleta se fueron ocupando. Al principio, solo chicas, con delantales, con libros, de dos, de a tres, generando un bullicio creciente de charlas, compartiendo chicles, masitas, bromas y risas.
Hasta que después fueron llegando, quizá más callada y hasta más tímidamente, y quizá también en menor cantidad, los muchachos, también con libros, sin desmentir para nada su estado colegial, de la secundaria, que a esa hora acostumbraba a soltar a su libre vuelo los turnos de la tarde. Y entonces ya casi no quedaron bancos desocupados. Algunos chicos caminaban por los veredones, iban y venían, hasta que, poco a poco los grupos comenzaron a transformarse, a hacerse más pequeños, hasta que fueron achicándose y redujeron su expresión hasta el mínimo grupo de una parejita, sumado a otra y a otras muchas parejitas, que duraron lo que un soplo, a tal punto que así, tan velozmente como se habían armado, fueron rápidamente desapareciendo del paseo. Hasta que de pronto, sin que nadie avisara nada, la plazoleta quedara nuevamente desierta.
Casi desierta, decía yo, que ya no podía estar con mi inquietud, por ese casi. Fue llegando la noche y minutos después, cuando el cerrajero cerró su negocio y cruzó la placita para regresar a su casa, se encontró a don Francisco, ya frío y a sus dos perritos ladrando, alarmados y tristes, desconcertados.
Luego, nada más que la campana de la Iglesia llamando a misa de Recordación. Y una sirena en la noche. En tanto yo seguía pensando que aquí, en mi plazoleta, son pocas las cosas que pasan.
No pasa la Historia, es cierto, pero pasa la vida.

Gullermo Gazia
La Pampa