Wednesday, April 05, 2006

Cuando la suerte...


Salí del Hotel Conquistador a paso regular (ni despacio ni rápido) para no llamar la atención. A pesar de eso me parecía como si todos me estuvieran mirando (suele ocurrir que cuando uno quiere ser invisible siente como si llevara un cartel de neón sobre la cabeza que titilando en colores fluorescentes dice:"AQUí!!"), me fuí acercando lentamente a la salida cruzando el magnífico lobby con la araña de cristal majestuosa, que cual un pulpo gigante me relojeaba como acechando, esperando el momento para largar los tentáculos. Yo, preso de mis fantasías, pero no tanto como para entrar en paranoia no hice caso y pasé ráudamente y sin prestarle atención. Crucé algunos saludos con gente que ni conocía, inclusive uno me dijo: "¡Buen día Dr. Fuentes!", respondí con un gruñido indescifrable, apuré el paso y por fin traspuse la puerta de salida. El pasaje del ascensor a la callé me pareció haber durado una eternidad y no habrán sido mas que treinta segundos. Una vez afuera, sobre la calle Esmeralda, inspiré hondo, como queriendo llenar mis pulmones de un májico oxígeno y me dispuse a parar un taxi. Mi maletín con el tesoro permanecía oculto por un sobretodo (eso debería llamar la atención ya que hacían ¡treinta y tres grados!). Decidí alejarme uno metros en dirección a Corrientes, y allí sí abordar un vehículo. No venía ninguno, es increíble, cuando uno más apurado está no aparecen. Después de quince minutos bajo un sol recalcitrante, veo asomar un taxi con aire acondicionado. Yo empapado en transpiración iba a pararlo, recordé mi cábala de no tomar el primero, no era este precisamente un día donde quería tener problemas, pero el calor excesivo, la maleta que hervía en mis manos, y la sospecha de que era mas peligroso quedarme allí un instante más, (¡y el aire acondiciondo!) me hizo romper la tradición. Le hice señas, y cuando paró subí velozmente al vehículo. Una vez adentro, a la pregunta sin ánimo del chofer de: ¿hacia dónde?, abrí la boca para responderle pero me fue imposible emitir sonido, quedé paralizado, porque en realidad no sabía donde iba. Me repitió la pregunta ya con un dejo de fastidio y como surgiendo de mi interior salió la respuesta más inesperada: "A Mar del Plata"

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