Mi abuela

Cuando hablo de mi abuela tiendo a ver la imagen de la mamá de mi mamá, la que se fue cuando yo era chico, de apenas nueve años. Aquella a la que le he escrito una historia, a quien no llegué a conocer mucho a pesar de haber vivido unos pocos años en casa, allí, arriba, en ese cuarto misterioso y lleno de fantasías. No es posible que hoy, a más de cuarenta años siga pensando en ella y me emocione, puede que esté débil, sensible. Mi abuela, mi tío, mi vieja, una trilogía que me ha marcado para siempre y que quizás se prolongue en esos tentáculos de vida que son mis hijos. Se fue jóven, apenas a los sesenta y tres...Quizás me acuerde de ella porque hoy otra abuela se fue también, de una amiga, como tantas se van yendo todos los días. Quizás me acuerdo de ella porque sí, o porque no, quién sabe...Hubiera sido un personaje de Haikus, probablemente la madre y las botas negras de lluvia, o hubiera sido una imagen de Xul reflejada en un espejo, el nuestro, la calle, la lluvia. Vino de Polonia, allí dejó su familia, sólo una hermana viajó con ella y fueron los únicos sobrevivientes de una familia numerosa. Su padre, siempre decía mamá, había sido profesor de la universidad...con orgullo, debido a que en Polonia ese privilegio estaba vedado a los judíos, lo que implicaba era muy inteligente. Pucha, estoy viajando muy atrás, no es un buen signo...bueno abuela, si te cruzás con la abu de Pato, hacéte amiga...Era eso nomás...