Mis palabras no pueden ser tuyas, porque no te pertencen. Somos dueños de nuestros decires, tenemos el don de combinar las letras para exponerlas de un modo racional o de uno ininteligible. Somos el receptáculo de nuestra sabiduría y de nuestra ignorancia, todo está allí, dentro nuestro. Ciego soy si no veo lo que escribes, tonto si no entiendo lo que escribo. Mi vacío es mi página de vida, mi no ser mi exhalación, respiro por mi sentir y expreso mi inundación. Un espejo es un espejo, único especimen fiel que muestra lo que se ve, una silla delante de él es una silla, una flor es una flor. Para mi una silla puede ser una cuna, y una flor un cubo con salmuera. Sólo se, que generalmente digo lo que no está escrito, a veces oigo lo que no está dicho, y percibo lo que mis ojos no pueden ver, no es una cualidad, es una forma de vida. Soy responsable de mis oraciones, pero no lo soy de las tuyas. Cuando releamos el libro de nuestra historia, tratemos de no cambiar las palabras, al menos, las del otro.
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