Thursday, September 22, 2005

Con los ojos en blanco

Hoy he decidido dejar mis pupilas en casa y salir con los ojos en blanco. Recorrer las cuadras que conozco de memoria, saltear los charcos de los vecinos que lavan sus veredas tardias, un paso al costado para eludir la baldosa floja de la librería. Esperar pacientemente el cambio de luz del semáforo y más pacientemente que alguien tome mi brazo para cruzar la calle. Es una mujer, lo adivino por su perfume y su delicadeza al sujetarme, ni siquiera me dirigió una palabra, simplemente me tomó y me llevó del otro lado. Siempre dejándome llevar por las mujeres! Al llegar a la otra vereda una duda me surgió: a derecha o izquierda? Nuevamente alguien decidió por mí, me agarró del brazo y me condujo hacia otra esquina. No parecía ser la anterior y pude reconocer la voz del canillita del kiosco de diarios. Y ahora? Derecha o izquierda? Me permite?, me dijo un hombre de voz ronca que estaba fumando en pipa. Se colgó del brazo izquierdo y me volvió a cruzar. Hum, creo que me llevó hacia el primer lugar. Percibo que estoy de nuevo del otro lado de Corrientes pero de la vereda opuesta al comienzo de mi travesía. Y ahora? Derecha o izquierda? Otra mano , vigorosa ahora y al parecer apurada me aprieta fuertemente y me cruza nuevamente, sin preguntarme nada siquiera. Se ve que no es una buena mañana para esa persona. Así pasé fácilmente la mañana, cruzando y cruzando sin cesar de una esquina a otra, sin emitir palabra solo dejándome llevar. En realidad yo no tenía ganas de ir a ningún lado, sólo sentir la mano de otra gente, a veces suave, a veces ruda, a veces con fastidio, como con culpa, a veces inocente y con pena por el pobre ciego. Pero yo no era ciego por naturaleza, ese día decidí ser ciego por propia decisión, por convicción.
Al mediodía me agarró hambre, era hora de volver, pero ya estaba desorientado de tantas vueltas y vueltas que había dado. Decidí preguntar en qué esquina estaba, el hambre anulaba mis otros sentidos. Pero nadie me respondía, cuando iba a preguntarles sólo me tomaban y me cruzaban. Ey, basta, ya no quiero seguir cruzando, quiero volver a casa por mis pupilas! Pero parecía que nadie me entendía. Es que son todos sordos? Qué les pasa? Otra vez me tomaban y me cruzaban.
Ya había perdido noción del tiempo, del lugar, hasta creo que uno me hizo caminar mas de lo debido llevándome a grandes zancadas hacia otra esquina. Estaba perdido, desesperado, hambriento y asustado. Qué mala idea la de haber dejado mis pupilas en casa! Nunca más repito la experiencia, ya bastante tengo con ser mudo.

2 comments:

Anonymous said...

aCABO DE LEER con los ojos en blanco y me es imposible dejar de felicitarte.
gracias por la aventura de llevarme también en esos cruces interminables de calle, llevados por los demás, quienes muchas veces sólo nos regresan al mismo lugar. Si salgo sin pupilas, recordaré llevar mi lengua.

Sigo degustando tu libro.

Vivi Llorens

Anonymous said...

Muy bella tu página. Es un diccionario de poesía cruda, a veces cruel, a veces sabrosa.