Tuesday, September 20, 2005

La puerta fucsia II: Un partido a muerte

¡A comer! La palabra sonó peor que saquen una hoja, prueba sorpresa de matemáticas. ¡esperá ma, ya voy!
Nada de ya, ¡ahora!, estas no son horas para estar en la calle ni aún para un viernes, además llamaron los padres de Roque y Jorge para que vayan a sus casas.
Bueno, ya estoy entrando (mientras les hago un guiño cómplice a los demás). Chicos, la seguimos mañana, yo guardo la pintura.
Hasta domani, balbució Roque y se fueron mascullando bajito.
Yo crucé el patio a toda velocidad para que mis viejos no me vieran, subí a mi cuarto, pasé por delante del cuarto de la abuela sin hacer ruido (ya debería estar durmiendo) y dejé el tarro de pintura con los pinceles debajo de la cama. Después bajé como si nada y cuando la vieja me preguntó por la demora le dije que me había ido a lavar las manos (cosa que contrastaba con la roña que tenían, por las dudas las puse debajo de la mesa y apenas las subía para agarrar la cuchara y tomar la sopa). Apuré rápido la cena y con la excusa de que me dolía la cabeza me fui rápido al cuarto, como si alguien fuera a tocarme algo de lo que tenía escondido.
Me tiré sobre la cama y me puse a pensar en la puerta que íbamos a dibujar….me quedé dormido…y empecé a soñar algo muy extraño, no lo tengo bien claro, pero había como un nene rubio con un ojo celeste y otro marrón, de piel muy blanca que me miraba fijo, estaba detrás de una ventana y llovía a cántaros. De golpe un rayo caía sobre la ventana y una luz muy fuerte me enceguecía, al mismo tiempo que un ruido espantoso como un edificio que se desmoronaba me rompía los oídos, debo haber gritado, porque me desperté sobresaltado con mamá y papá a un lado de la cama que me samarreaban y me decían ¿qué pasa Sergio?…abrí los ojos, los miré a ambos y me volví a dormir.
A la mañana siguiente me despertó el rayo de Sol que entraba por la ventana, miré el reloj y vi que eran las nueve, ¡qué ganas de seguir durmiendo!, pero enseguida recordé que teníamos partido contra otro barrio a las once y treinta atrás de la cancha de Platense. Mejor que me levantara con tiempo porque después no iba a poder desayunar, sino vomitaba todo en medio del partido.
Fui a la cocina, la puerta de la pieza de la abuela estaba cerrada, seguiría durmiendo, últimamente dormía casi todo el día, ¡hola ma!, me tomo un Toddy tibio nada mas porque tengo partido. Allí me acordé de la pesadilla nocturna y me quedé esperando que me dijera algo, pero ni mu, ¡qué raro!. Me tomé la leche rápido y me volví a la pieza para ponerme el equipo y pasar a buscar a los otros chicos. Quedamos en llegar todos juntos, porque con el otro barrio ya en la primera rueda hubo rosca y no queríamos ir separados. En aquél partido me habían amonestado a mí, a Roque y a Juan José. Se quedaron recalientes porque les habíamos empatado sobre la hora y ellos venían primeros invictos, habían ganado todos los partidos por goleada. Pero nosotros les jugamos a muerte, salimos molidos pero dejamos todo y recontentos por el resultado: ¡Le habíamos empatado al puntero!. Ahora venían por la revancha y ya durante la semana nos estuvieron enviando mensajitos de provocación, que los vamos a cagar a palos, que de esta no salen vivos y cosas como esas. Ellos seguían primeros y nosotros cuartos pero el único punto perdido fue con nosotros y de local. Para nosotros era como
La batalla del campeonato, si ganábamos estábamos hechos, ¡qué la fuerza nos acompañe!

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